El retraso histórico musical de españa

Considerada en nuestro país, no sin cierta razón, «cenicienta de las artes», se diría que la música y las enseñanzas que, en lo educativo le son afines —Declamación y Danza— no han gozado de buenas «relaciones públicas» con el entorno. Tras un periodo dorado (e] correspondiente a los siglos XVI y XVII) en que nuestros compositores e intérpretes podían competir con lo más granado del resto de Europa —baste recordar los nombres de Tomás Luis de Victoria, Juan Bautista Cabanilles, Cristóbal de Morales, Antonio de Cabezón, Luys de Milán o Alonso de Mudarra, para hacernos una rápida idea de la altura del listón nacional en esa época—, sucede una decadencia que, paralela al auge del desarrollo musical en Centroeuropa, sumerge progresivamente, durante más de dos siglos, a nuestra música en una uniforme masa gris en la que brillan de vez en cuando algunas figuras aisladas. A un siglo xviii desigual, protagonizado por el P. Antonio Soler y por dos compositores de origen italiano (Scaríaui y Boccherini), sucede un sombrío xxx, en el que la muerte prematura de Juan Crisóstomo Arriaga marca el ingreso en la primacía de lo italianizante — ópera y zarzuela, fundamentalmente, con algún escarceo en la música de cámara—, en el momento en que Europa estaba asistiendo nada menos que al nacimiento y desarrollo de las grandes formas sinfónicas.

Además de ser entonces imposible un acceso rápido y cómodo a los centros neurálgicos del desarrollo musical —como el que hoy día facilitan los medios de comunicación y la industrias discográficas—, la situación geográfica situó a nuestro país fuera de los circuitos europeos habituales de difusión cultural, lo que condujo a que las más importantes corrientes estéticas, así como las obras de los autores más representativos de las mismas, fueran conocidas en nuestro país con un retraso más que considerable, de consecuencias graves y difícilmente reversibles para la proyeccción de nuestro país hacia el exterior, tanto en la actividad musical, propiamente dicha, como en todo lo relacionado con su pedagogía.

José Luis Turina. El estado actual de las enseñanzas de música, danza y arte dramático. Arte, Individuo y Sociedad, 6, Editorial Complutense, Madrid, 1994

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